sábado, 23 de octubre de 2010

Recuerdos a una mirada.

Recuerdo el dia que naciste, eras tan debil y tan fragil. Estabas tan expuesto a la adversidad que tu madre no cesaba en sus continuos intentos por protegerte, tanto a ti como a tus hermanos.

Si te soy sincera, no soy capaz de saber cual de los cuatro eras tu, porque todos me pareciais iguales, enormes y orejones, chillones e histericos, tiernos y adorables. Solo conseguía distinguir al quinto que era el diferente...el raro.

La primera vez que me fijé en ti fue a la vuelta de esas vacaciones, entré impaciente por veros a todos, ver como habiais crecido, ver vuestros ojos abiertos por fin! Y en realidad... me puse tan triste al verte...

Tus pequeñas patitas traseras no habian aprendido a soportar tu peso y tu las arrastrabas intentando seguir el paso de tus hermanos, valiendote solo de las delanteras. Tus ojitos por aquel entonces azules, despues de un ambar intenso, nos miraban mientras te quejabas en agudos tonos casi insoportables. Mi pobre niño... no podias andar, no podias correr, no podías jugar... ¿quien te iba a querer?

Todos tus hermanos nos abandonaron poco a poco, la gente escogía a los que si podian hacer las cosas que tu no. Y tu te quedabas con nosotros, a la espera de un milagro, pues nos dijeron que posiblemente jamas andarías.

En mi memoria queda un recuerdo, mi hermano sentado en aquel sofá verde de ridiculos dibujos estampados, moviendo tus patitas fragiles y endebles, tratando que te recuperases.

Y pasó el tiempo.

Y seguías sin irte.

Y empezamos a llamarte por tu nombre.

No ese oficial

Sino el que te pusimos de corazón.

Y repentinamente empezaste a correr!

Y saltabas!

Y cazabas!

Y de pronto vimos que habia pasado un año y continuabas con nosotros.

Y ahora...cuanto me alegro de que tus patitas fueran endebles y no supieses caminar. Porque de no haber sido asi jamás te hubiese visto correr y ser feliz.

Nos dabas tu cariño cada día, cada minuto, cada mirada y gesto tuyo me hacían sacar una sonrisa.

Y ahora extraño que me despiertes en plena noche para que te vea comer, y el sonido de tus pisadas por el pasillo, tus quejas constantes y tus peticiones en la cocina, la manera en que me mirabas por las mañanas, verte en tus lugares preferidos.

Extraño tu ronroneo a los pies de mi cama, sentirlo en mis tobillos. Darte un beso cada noche antes de dormir.

Pero hagamos un trato... tu esperame para dormir y yo no dejaré que nadie ronronee a los pies de mi cama.



Nos vemos al otro lado compañero, el mas leal y bueno que pude tener durante quince años.
Te quiero.